Cuando llegó Luis XIV a la corte francesa se desató un verdadero afán por el ornamento y la opulencia. Además, fue durante su reinado que todo lo francés se convirtió en tendencia en las demás cortes europeas: se vestía moda francesa, se comía comida francesa, se escuchaba música francesa, y se representaba teatro francés gracias a Corneille, a Racine y, por supuesto, a Molière.
Al Rey Sol le encantaba marcar tendencia, y la vestimenta, que hasta su reinado incorporaba las novedades muy lentamente, pasó a ser más parecida a la actual vorágine de cambios y novedades que todos competimos por asumir antes que nadie (o al menos por incorporarnos en cada período de rebajas). Lo mismo pasó con los peinados, los perfumes, los complementos, el calzado... y empezó a exponerse todos estos productos en escaparates. A los oficios de sastre y mercero se unieron los de costureras y vendedoras de moda. Aunque fuera con tejidos y materiales más modestos, todo el mundo se interesó por seguir la moda.
Al rey le gustaba todo eso, y lo enmarcó en una corte fastuosa para la que creó el palacio de Versalles. Pero lo que para él era un divertimento para los cortesanos era una esclavitud. Todos debían estar al día de la etiqueta y la ceremonia que el rey usaba, y de sus frecuentes cambios de moda, porque, si no, hacían el ridículo. Además, cuanto más lujosa era una vestimenta, más estatus social se mostraba. Los cortesanos se encontraron pronto viviendo por encima de sus posibilidades, gastando sin medida en moda.
Justamente en 1672 (poco antes de la muerte de Molière) apareció la primera revista de moda de la historia: Le Mercure Galant. En ella se introdujeron las "temporadas", de forma que lo que se llevaba en un año se consideraba completamente demodé al siguiente.
En la moda masculina, con frecuencia más complicada y ostentosa que la femenina, se encontraban lazos y cintas, bordados en oro y plata, caderas falsas, medias, hombreras para los hombros caídos, incluso zapatos de tacón que impedían que se mancharan al caminar por calles embarradas. El mismo Luis XIV puso la peluca en lo alto de las tendencias masculinas al usar las suyas (lo hacía para disimular su falta de pelo; su fabricante de pelucas dejaba huecos por donde el pelo que le quedaba al rey se mezclaba con el falso para dar una buena apariencia).
La moda femenina la dictaban las amantes y favoritas del rey. Al principio la confeccionaban los sastres, pero poco a poco se incorporaron las costureras. Los vestidos, faldas sobre faldas con corsés en la parte superior, se hacían con brocados, damascos, satén, terciopelo... y se usaban muchos encajes. Las faldas llevaban debajo un armazón que les ensanchaban las caderas a derecha e izquierda. Los peinados cobraron también mucha importancia, y se hicieron progresivamente más complicados.
También se estilaba maquillarse la cara de blanco, y se usaba un colorete que, en el caso de las mujeres, tendía a ser muy rojo.
Al final, iban todos tan emperifollados en las fiestas de la corte que no podían sentarse.
Fuentes:
https://www.lavanguardia.com/historiayvida/edad-moderna/20180827/47313270321/las-innovaciones-de-luis-xiv.html
https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/el-rey-moda-nid2169416
https://elretohistorico.com/elegancia-femenina-versalles-rey-sol/
https://es.wikipedia.org/wiki/Usos_y_costumbres_en_la_corte_de_Versalles
https://es.wikipedia.org/wiki/Palacio_de_Versalles
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